lunes, octubre 16, 2006

Cuestión de Género


Hace pocos días la prestigiosa revista Forbes publicó un ranking de las mujeres más relevantes e influyentes en el mundo. La lista la encabeza la Canciller de Alemania, Angela Merkel y la sigue la asesora de seguridad de Norteamérica, Condolezza Rice. En el lugar diecisiete figura nuestra presidenta, Michelle Bachelet. Muchos de los otros nombres que componen el listado corresponden a mujeres que se desempeñan en el mundo de los negocios.
¿Qué tiene de importante esta nómina? Mucho. Impensable era hace tan sólo algunas décadas atrás pensar en la posibilidad de confeccionar un listado como éste. El avance de la mujer en los distintos ámbitos del quehacer ha sido rápido en casi todo el mundo, y nosotros -como los ingleses que nos creemos de esta América morena-, no podíamos ir a la saga.
Los períodos en la historia en que algunas mujeres alcanzaron relevancia fueron acotados y en ocasiones puntuales. Algunas reinas del antiguo Egipto, algunas escritoras, algunas consortes de príncipes árabes o medievales también destacaron, pero en su caso se trataba de mujeres que por familia o por matrimonio adquirían un poder que usaron diferenciándose de la mayoría de las mujeres de sus épocas. Leonor de Aquitania, Isabel I, Manuela Sáenz, Isabel la Católica, Olimpia de Tebas, la reina egipcia Hatshepsut, Javiera Carrera, Catalina de Erauso, Sor Juana Inés de la Cruz, Santa Catalina de Sienna, Dhuoda y la reina Nzinga Nbandi fueron mujeres de excepción que superaron los obstáculos que la sociedad le imponía a sus congéneres.
Pero esos nombres, que pasaron a la inmortalidad, fueron escasos. La mujer, desde que el mundo es mundo estuvo relegada a un segundo plano (en algunas zonas de este planeta aún es así). Su labor era ser madre, cuidar el hogar, en muchos lugares además debía proveer ya que el hombre ocupaba su tiempo en prepararse para la defensa del hogar, del grupo o clan.
El avance de la mujer a través de los siglos fue extremadamente lento. Los ejemplos de las mujeres mencionadas representaron en la historia mundial sólo esporádicos hitos, o fogonazos que iluminaron débilmente nuestra promoción en la sociedad.
Sólo luego de la acción reivindicativa, luchadora y empecinada de las sufragistas, primero en Europa, luego en Estados Unidos y posteriormente en nuestro país se generó un avance sostenido y fuerte de la mujer en sociedad.
El maltrato a la mujer, el “ninguneo” viene desde lo más profundo de la historia escrita. Esquilo decía en su obra Las Euménides que la mujer no engendraba al hijo; afirmaba que era sólo la nodriza del germen depositado en su cuerpo, Aristóteles afirmaba que la mujer tenía una capacidad de deliberar débil e ineficaz, El padre de la Iglesia Paulo de Tarso decía sobre nosotras que así como la Iglesia está sometida a Cristo, así sean sumisas en todas las cosas las mujeres a sus maridos,
La Revolución Francesa, con su lema inmortal de “Igualdad, Libertad y Fraternidad” remitió a las mujeres luego de una breve incursión en la vida pública a sus hogares. Con su vida pagaron el atrevimiento de pensar algunas de ellas.
Pero este avance ha sido contra todos los poderes existentes. Religiosos, políticos, sociales, a lo que se debe sumar el machismo atávico que muchos hombres no pueden ocultar.
¿En qué muestran ese machismo? En la descalificación, en el comentario peyorativo, en la falta de respeto, en los comentarios sexistas, en el ejercicio de una complicidad para obstaculizar el avance de la mujer en las distintas esferas. Y pese a todo esto y a los milenios de dominación, hemos avanzado.
No lo suficiente como para impedir que se nos discrimine y maltrate. ¿O acaso son muchos los periodistas que se atreverían a preguntar a un Presidente, Primer Ministro o parlamentario sobre sus novias, esposas o amigas? Por supuesto que a una mujer se le indaga sin timidez al respecto. ¿Hay algún medio que hable de “el Lagos”, “el Blair”,”el Bush” o “el Frei”? Sin embargo cuántos hay que sin ningún empacho escriben sobre “la Bachelet”, “la Blanlot” o “la Alvear”.
­¿Ha leído alguien una nota, escrito o libro que hable de “el Neruda”?. No. Pero sí ha leído sobre “la Mistral”. ¿Qué demuestra esto, que quizás a alguien pudiera parecerle algo trivial?: demuestra que no hay respeto por la mujer. Que tener presidentas, primeras ministros, altas ejecutivas, escritoras destacadas ha sido a pesar de todo.
Lecciones que debemos aprender muchas, entre ellas no estigmatizar ni torpedear el camino que están haciendo hoy muchas mujeres en el mundo de la política, de la economía, de la cultura. Jamás volver a decir que si una mujer lo hace mal, estaremos condenadas a “volver a la cocina”. O acaso alguien denosta a los hombres por los Calígula, Hitler, Castro, Atila, Stalin, Salazar, Milosevic, Franco, Contreras, Nerón, Idi Amin Dada y otros próceres de la historia dominada y escrita fundamentalmente por hombres. Ojalá las mujeres aprendamos algo fundamental: Debemos ser solidarias entre nosotras y no para formar un frente contra los hombres. No. Debemos ser solidarias para apoyar a nuestras congéneres, que han logrado venciendo obstáculos cargos de relevancia; ser solidarias para que nuestra diferente forma de apreciar la vida y las relaciones humanas contribuya a mejorar un mundo, donde nosotros no hemos sido las que sembramos guerras, invadimos naciones, esclavizamos a los negros, bombardeamos ciudades. Así de claro. Ser solidarias es una cuestión de género.

Myriam Verdugo Godoy

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