jueves, noviembre 23, 2006

¿ASPIRINA, PARACETAMOL, MEJORAL O UNA TERAPIA ANTIMICROBIANA?

23 de Noviembre de 2006

Todos los chilenos y chilenas nos estamos preguntando si las reacciones de las autoridades ante sucesos que llenan de vergüenza al país entero y que debieran estar conmoviendo, hasta en sus cimientos al mundo político, son las correctas o simplemente representan meros paliativos para tratar los síntomas –simples aspirinas o paracetamol-, o, en realidad constituyen una terapia antimicrobiana, vale decir, resoluciones, programas y voluntades decididas a tratar en profundidad, en sus raíces y causas la corrupción que se ventila en los ambientes políticos.
Hemos escuchado las interesantes proposiciones que una Comisión Especial ha hecho a la Presidenta de la República y de igual modo hemos leído atentamente los informes que la Presidenta del Partido Demócrata Cristiano entregó al señor Ministro del Interior. En todos esos documentos, como en muchos otros, se proponen diversas iniciativas y la mayoría de ellas son de orden legal: modificaciones al funcionamiento de la Contraloría General de la República, reforzamiento de las facultades fiscalizadoras de los entes competentes, crear nuevas incompatibilidades entre las funciones públicas y privadas, fiscalizar con mayor eficiencia las rendiciones de cuentas en las campañas políticas, etc., etc.
Todas esas medidas sugieren incrementar las normas legales y reglamentarias. Sin embargo, quienes han estudiado en otras latitudes el tema de la corrupción, han hecho la siguiente reflexión: “Noruega es uno de los líderes mundiales en transparencia: allí la corrupción en casi inexistente. Sin embargo, la legislación anticorrupción es reducida. La causa se halla en los valores sociales predominantes. Un corrupto sería duramente excluido por su familia, los vecinos, los círculos sociales. Finlandia tiene la tasa de presos más baja de Europa y, al mismo tiempo el menor número de policías per cápita del continente. La prevención de la criminalidad se halla en la cultura de valores, en el acceso a oportunidades y en el sistema “de prisiones abiertas”, que efectivamente rehabilitan. Suecia casi ha erradicado la discriminación de género. Una opinión pública que considera la igualdad de género un punto de principio presiona por sus avances. Canadá tiene uno de los sistemas de salud de mejor calidad del planeta y totalmente inclusivo. Holanda, como los países nórdicos, Canadá y otros estados líderes en lo económico – social, tiene altos niveles de equidad en la distribución de ingreso y acceso universal a educación y salud. En las culturas de todos estos países predomina una actitud de rechazo a las grandes desigualdades y de apoyo a la equidad y a la igualdad de oportunidades”. “Si los valores dominantes se concentran en el individualismo, la indiferencia frente al destino del otro, la falta de responsabilidad colectiva, el desinterés por el bienestar general, la búsqueda como valor central del enriquecimiento personal, el consumismo y otros semejantes, puede esperarse que estas conductas debiliten seriamente el tejido social y conduzcan a todo orden de impactos regresivos. Estos pueden ir desde fuertes inequidades económicas , que según indica múltiples investigaciones, generan poderosas trabas a un desarrollo económico sostenido, hasta, como ya se mencionó, descensos en la cohesión social que puede, incluso influir negativamente sobre la esperanza de vida promedio.” “UNO DE LOS EFECTOS VISIBLES DE LA VIGENCIA DE VALORES INSOLIDARIOS, ES LA EXTENCION DE LA CORRUPCION EN DIVERSAS SOCIEDADES. COMO LO RESALTA LOURDES ARIZPE: LA INSISTENCIA MONOTEMATICA DE QUE ENRIQUECERSE ES LO UNICO QUE VALE LA PENA EN LA VIDA HA CONTRIBUIDO EN GRAN MEDIDA A ESA TENDENCIA” (Más ética, más desarrollo, Bernardo Klikberg, Mayo de 1994, temas grupo editorial SRL, 2006).
Por otra parte los analistas de los diversos tipos de delincuencia, especialmente del delito de cuello blanco o del delito que se relaciona en cierto sentido con el poder y con las organizaciones políticas han elaborado múltiples teorías para explicar los fundamentos que llevan a producir delitos y actos de corrupción. En 1938, Robert K. Merton publicó su perdurable trabajo: Anomia y estructura social que desarrollaba el concepto de anomia ya consagrado por E. Durkheim: Merton consideraba que existían contradicciones estructurales en la realidad social norteamericana ya que por un lado se difundía un mensaje de recompensa de enriquecimiento personal de carácter meritocrático, pero también señalaba que en la realidad los medios para lograrlo de manera legítima o legal no estaban disponibles para todos; de tal manera una parte numerosa e importante de la ciudadanía recurría a medios ilegales en pos del valor supremo del sistema, el enriquecimiento personal.
En esa misma época, en 1939, Edwin Sutherland pronunciaba su discurso sobre la delincuencia de cuello blanco: “Los ladrones reciben ayuda de personas y organismos considerados legales y protectores oficiales de la sociedad; encuentran en esta gente y en estos organismos un sistema de depredación controlada que se asemejan a la suya. Los mecanismos que rigen la vida política de numerosas ciudades americanas y numerosos distritos de provincia, están generalmente sometidos a un control venal. Los ladrones profesionales y los políticos, ligados por el interés que encuentran en este control ilegal suelen trabajar juntos para obtener beneficios recíprocos. La cooperación entre la policía y los tribunales es necesaria en la medida que ambos organismos están bajo control de la maquinaria política – administrativa. El ladrón lejos de estar separado de esta parte de la sociedad, se halla en relación estrecha a íntima con ella, no sólo en su vida profesional, sino también en su vida social. Esas relaciones se establecen en los clubes de juego, los cabarets y las casas de cita, en donde todas esas personas consideradas honorables se divierten en sus ratos de ocio”.
Al Capone, en 1932, declaraba ante el tribunal: “Soy un hombre de negocios y nada más. Gané dinero satisfaciendo las necesidades de la nación, no puedo cambiar la situación del país. La afronto, eso es todo. Los negocios son las estafas legítimas. Esa gente dice que yo no soy legítimo. Nadie es legítimo. Eso lo saben ustedes y lo saben ellos y luego se preguntaba: ¿Porqué los mayores banqueros y hombres de negocios y políticos y gente profesional nadan detrás de mi para mantener el sistema marchando” (Delincuencia Económica e Ideología de la Defensa Social, Le Monde Diplomatique, en español, México 1983).
A partir de esas afirmaciones Edwin Sutherland elaboró su famosa teoría sobre la Asociación Diferencial que explica el comportamiento criminal en 9 afirmaciones: 1.- El comportamiento criminal se aprende; 2.- El comportamiento criminal se aprende en contacto con otras personas mediante un proceso de comunicación; 3.- el comportamiento criminal se aprende sobre todo en el interior de un grupo restringido de relaciones personales; 4.- Cuando se ha adquirido la formación criminal esta comprende: a) La enseñanza de técnicas para cometer infracciones que son unas veces muy complejas y otras veces muy simples; b) La orientación de móviles, de tendencias impulsivas, de razonamientos y actitudes; 5.- La orientación de los móviles y de las tendencias impulsivas está en función de la interpretación favorable o desfavorable de las disposiciones legales; 6.- Un individuo se convierte en delincuente cuando las interpretaciones desfavorables relativas a la ley prevalecen sobre las interpretaciones favorables; 7.- Las asociaciones diferenciales pueden variar en lo relativo a la frecuencia, la duración, la anterioridad y la intensidad; 8.- La formación criminal mediante la asociación con modelos criminales o anticriminales pone en juego los mismos mecanismos que los que se ven implicados en cualquier otra formación; 9.- Mientras que el comportamiento criminal es la manifestación de un conjunto de necesidades y de valores, no se explica por esas necesidades y esos valores puesto que el comportamiento no criminal es la expresión de la mismas necesidades y de los mismos valores.
Edwin Sutherland termina su teoría afirmando: “El postulado sobre el que reposa esta teoría, independientemente de cómo se la denomine, es que la criminalidad está en función de la organización social, es la expresión de la organización social. Un grupo puede estar organizado bien para favorecer la eclosión del comportamiento criminal, bien para oponerse a ese comportamiento. La mayor parte de los grupos son ambivalentes, y las tasas de la criminalidad son la expresión de una organización diferencial de grupo. La organización diferencial del grupo, en tanto que explicación de las variaciones de las tasas de criminalidad, corresponde a la explicación por la teoría de la asociación diferencial del proceso mediante el cual los individuos se transforman en criminales”.
Afirmamos, con estos elementos de juicio, a modo de tesis que la delincuencia política que está conociendo la opinión pública puede explicarse, con algún grado de aproximación con la teoría de la Asociación Diferencial y con la Anomia. La sociedad chilena ha sufrido o ha experimentado cambios extraordinarios durante los últimos 30 años, que han modificado sustancialmente sus modos de ser y las relaciones entre los integrantes de los distintos sectores que la componen. Dichos cambios han permitido que las normas de la convivencia se hayan relajado, disminuyendo sustancialmente la conciencia de ilicitud, en determinados sectores. La anomia, es la falta de normas o la incapacidad de la estructura social de proveer lo que les sería necesario a ciertos individuos para lograr metas. La sociedad chilena ha aceptado como metas o fines válidos: el dinero, el lucro exacerbado, el individualismo desmedido, el poder por el poder, el clientelismo político. En una sociedad en cambios acelerados y violentos como los que actualmente experimentamos, las normas sociales y morales para alcanzar esos fines se relajan, se oscurecen o se olvidan; tan fuerte es la presión que se ejerce sobre los fines del dinero, el poder por el poder, el lucro, el clientelismo político y la competencia desmedida, que las personas que llegan a ocupar roles intermedios o relevantes en la economía o en la política, se sienten autorizados por sus medios, sus círculos íntimos o sus organizaciones cerradas, para acudir a cualquier expediente que le permita alcanzar los referidos fines; y dentro de ese marco o contexto social se comienza a aprender las conductas criminales, en núcleos, círculos íntimos u organizaciones de poder que estiman que violar las leyes, es una simple diablura o una especial habilidad. Cuado se llega a ese extremo, la conciencia de ilicitud se encuentra definitivamente avasallada.
La sociedad chilena se encuentra ante un gravísimo problema: Los valores más relevantes de la comunidad y sobre los cuales tanto se escribe: solidaridad, fidelidad, confianza, amor, han sido virtualmente arrasados por los nuevos contravalores que se imponen masivamente a través de los medios de comunicación social.
La explicación que estamos dando, no excluye ni menos elimina las responsabilidades personales y principalmente penales que deben hacerse efectivas; y esas responsabilidades, en el ámbito penal no se justifican ni se eximen de pena por la circunstancia que estemos viviendo un proceso de cambios acelerados que ha modificado profundamente los valores de la sociedad.
Esta bien que, como medidas de emergencia, se adopten las paliativos que comentábamos al comienzo; de inmediato, no puede hacerse otra cosa; sin embargo, las autoridades están obligadas a ir más al fondo del problema y promover un amplio debate nacional sobre los problemas culturales y efectivamente valóricos que nos afectan para ofrecer a la nación toda la perspectiva real y cierta de construir, con el esfuerzo de todos y de todas, una nueva sociedad; un nuevo modelo de sociedad cuyos valores predominantes sean distintos de los contravalores del individualismo neoliberal que nos azotan. Deben hacerse todos los esfuerzos en las distintas organizaciones y comunidades del país para reorientar a la sociedad chilena y colocarla en la dirección correcta. El camino que se está actualmente siguiendo, el modelo económico social que aplica la Concertación desde 1990 hasta el presente, debe experimentar modificaciones de importancia. Ese modelo económico social lleva inserto un modelo cultural y esta cultura genera y produce los contravalores que hemos señalado y es la presión por esos contravalores la que lleva a relajar las normas sociales de nuestro país.
Si la Concertación se queda únicamente en la superficie y no observa la realidad desde una perspectiva más amplia, no sólo está condenada a desaparecer; sino que lo más conveniente para el país en esa hipótesis, sería que ella efectivamente dejara de existir por cuanto no habría sido capaz de asumir los problemas reales y efectivos de la sociedad y no habría tenido los talentos y la audacia para buscarle soluciones que convoquen a las grandes mayorías nacionales. La Concertación nunca ha sido un fin en si mismo, sino que un simple medio que surgió a la realidad a raíz de los hechos que se desarrollan entre 1973 y 1989. El fin siempre ha sido: El bien común, el bien de la nación chilena y si este está amenazado, los ciudadanos y ciudadanas responsables del país estamos moralmente obligados, si se dan las circunstancias y no hay efectivos cambios, a buscar nuevos instrumentos, medios diferentes que respondan a los verdaderos intereses de las grandes mayorías nacionales. El ex Presidente Lagos se ha referido al alma de la Concertación. Otros preferimos referirnos al alma de la Nación, es ella la que justifica la existencia de nuestro país como comunidad organizada dentro de un marco jurídico que rige la convivencia en la búsqueda de los intereses permanentes de Chile.

Por nuestra parte quienes pertenecemos al mundo humanista y cristiano, sea cual sea el destino de la Concertación, seguiremos abogando por una comunidad efectivamente solidaria y seguiremos afirmando que los valores del personalismo comunitario son superiores, a los contravalores del individualismo y del neoliberalismo imperante.



Hernán Bosselin Correa
Abogado